Columna publicada el 11 de mayo de 2017 en El Espectador.
Uno de los principales argumentos en contra del derecho a la adopción de tantos niños y niñas en Colombia por parte parejas del mismo sexo, solteros, solteras o personas viudas, es que para la crianza de las nuevas generaciones se necesita “una esencia femenina” y una “masculina”. Este parece ser un argumento irrefutable porque reafirma todas nuestras obsesiones binarias, pero eso no quiere decir que sea cierto. Para empezar, las mujeres hacen parte de la crianza, no como una esencia sino con todo el cuerpo. Las mujeres cuidan, por amor muchas veces, pero también porque no tenemos mucha elección en lo que respecta al trabajo de cuidado o de crianza. Lo que pueden enseñar las mujeres a las nuevas generaciones (que no es una sola cosa, monolítica o esencial porque todas las mujeres somos diferentes) suele ser siempre parte de la crianza.