Trolls y acceso a los derechos

Por reclamar el derecho a la educación de su hijo, una madre se ha visto temporalmente desplazada y amenazada de muerte. Y es culpa de los trolls. Así como lo leen.

Axan es un niño de cuatro años que vive en la ciudad de Hermosillo, en el estado de Sonora, México y no puede estudiar. A pesar de que en México hay mil razones que dificultan el acceso a la educación de niños y niñas, a Axan le niegan su acceso a la educación por la razón más estúpida de todas: que trae el pelo largo. Axan no quiere cortarse el pelo. Es una de las primeras decisiones que toma sobre su cuerpo, como cuenta su mamá, A. de la Maza, quién le está enseñando la importancia de la autonomía corporal. A pesar de que la Constitución le garantiza a Axan su derecho a la educación, al libre desarrollo de la personalidad y a no ser discriminado por el género, el reglamento del colegio se convierte en algo incluso más importante que los derechos humanos, algo que no solo es injusto, sino peligroso. ¿Cuántas instituciones privadas violan los derechos humanos de las personas con el argumento de que ellos tienen sus propias reglas? ¿Por qué parecen más importantes los modales o las normas arbitrarias de un colegio que los derechos humanos? Con estas preguntas en mente, la madre de Axan acude a las instancias pertinentes: Conapred, Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) y la Secretaría de Educación y Cultura del estado de Sonora. Además, hace una petición en la plataforma Change. Se genera una discusión y se escriben varios artículos al respecto, como Por escuelas libres de estereotipos de género y por Sociedades libres de estereotipos de género en el blog de Estefanía Vela en el El Universal, una entrevista a la madre de Axan en Vice, Flashback 80’s y Axan FAQ y El espejo de Axan en Animal Político y  mi columna en Sin Embargo, entre otros.  

Entre todo esto, se desató el trolleo.

Primero, las personas no pueden entender por qué la madre no simplemente obliga a su hijo a seguir unas reglas pendejas. La pasión con la que la gente empieza a defender la obligación de seguir reglas absurdas es brutal.

Aparentemente, si asumes una postura crítica, el Estado mexicano te desaparece: o eso podría uno entender de la cantidad de tuits que vincula no cortarse el cabello, con el destino trágico de los 43 normalistas de Ayotzinapa que llevan un año desaparecidos. El mensaje enviado con la desaparición forzada de los normalistas de Ayotzinapa fue claro y distinto: obedecer o desaparecer. La gente se lo recuerda a la mamá de Axan.

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Luego se enteran de que el hogar de Axan es monoparental, es decir, que su madre decidió tenerlo sola, y para mayor horror, que A. de la Maza es lesbiana. Entonces, los cibernautas empiezan a “denunciar” que la madre de Axan quiere “convertirlo” en una mujer, “obligándolo” a llevar el pelo largo. Empiezan a escarbar fotos de Axan en redes sociales, escogen aquellas en las que tiene un broche en el cabello para afirmar que lo “visten de niña” (aun cuando lleve pantalones y camiseta). Ser mujer o ser homosexual, se reduce a llevar un broche en la cabeza.

 

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Luego el trolleo escala a amenazas. Amenazas con “violación correctiva” a la madre de Axan, ni más ni menos.

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Las amenazas de violación se hacen extensivas a las mujeres que hemos escrito del caso, como Estefanía Vela  y yo , y a la abogada que lleva el caso de Axan, Aleh Ordóñez.

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Luego en las amenazas se incluyen fotos de armas de fuego.

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Incluida la foto de un arma de fuego junto a un papel escrito a mano que señala a la madre de Axan. Después de buscar las imágenes en internet, parece que fueron creadas especialmente para estas amenazas, pues no son reutilizadas, ni sacadas de las cuentas de fotos de algún narco o algo por el estilo.

Hace rato que el asunto dejó de ser un problema de disenso en internet, o un debate sobre las normas escolares. Ahora, hay ciudadanos mexicanos que usan las redes sociales para amenazar de muerte a una mujer que exige el derecho a la educación de su hijo. Dichas amenazas se extienden a todas las personas que apoyan a la madre, que, para sorpresa de nadie, también son mujeres. Y lo peor de todo resulta que las amenazas son para “proteger” a Axan de su propia mamá.

Algunos, supuestamente menos violentos, empiezan a decir que la petición viola los derechos a la intimidad de Axan, pues las leyes actuales son muy estrictas respecto al uso de imágenes de niños y niñas en medios de comunicación. Quizás es por esta intimidación legal que el video que aparecía en la petición de Change, en el que el mismo Axan manifiesta su deseo de llevar el pelo largo, ha sido removido de la red. Lo absurdo es que la misma ley (Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes) dice que el requisito para divulgar estas imágenes es la autorización de quien tiene la patria potestad del menor, en este caso, la madre de Axan, quien es la fuente primaria de las imágenes, autorizando implícitamente el uso de las mismas. Por otro lado, contrario a lo que dicen los trolls, estas imágenes no están siendo usadas para estigmatizar o vulnerar a Axan, sino para defender sus derechos y para discutir un problema público. Quizás deberíamos aplicar esta misma ley contra los trolls que han buscado otras imágenes de Axan en la red, y las han usado sin permiso expreso de la madre, para acompañarlas de mensajes homofóbicos y usarlas con fines amenazantes.

El presidente de la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) de Sonora, Raúl Ramírez, ya dijo que, como es evidente, la escuela está obligada a recibir a Axan, ¡y con el pelo largo! “Sí es una discriminación, porque por más que firmen contrato los derechos humanos son irrenunciables”, dijo Ramírez. Sin embargo, las declaraciones del presidente de la CEDH no restauran ni garantizan los derechos de Axan, cuya situación se hizo aún más compleja:

Ante amenazas de muerte y de violación correctiva, y los insistentes rumores de que “la vamos a denunciar ante el DIF para que le quiten a su hijo”, A de la Maza tuvo que salir, temporalmente, de Hermosillo. No puede ni quiere irse a vivir a otro lugar porque no se trata de escapar a donde sí le permitan ejercer sus derechos, se trata de que los derechos otorgados en la Constitución se garanticen a todos los niños y niñas de México. Por eso, hoy Axan y su madre no pueden estar aquí ni allá, se encuentran en situación temporal de desplazamiento forzado por misoginia en internet. Y todo por defender el derecho a la educación y libre desarrollo de la personalidad de su hijo.

¿Cómo afrontar estas amenazas? ¿De verdad tendría que andar con escoltas o policías una madre cualquiera y su hijo? Quienes escribimos sobre el caso y resultamos trolleadas, al menos nos vemos en el marco de las agresiones a la libertad de expresión, pero ¿y la madre?, ¿y la abogada? y, en todo caso, ¿por qué alguna de nosotras tendría que sentir tan siquiera un poquito de miedo por pedir que se le garantice el derecho a la educación a un niño?

Lo peor es que hay una respuesta para esto. Tanto en internet como en los espacios tridimensionales, está mal visto y es amenazante que las mujeres hablen en público y defiendan derechos. A las mujeres se nos permite hablar en público para ser víctimas, pero no para tomar posturas críticas ante la sociedad. Las mujeres que invitan a otras mujeres a hablar en voz alta son doblemente peligrosas. Por eso, que una madre se movilice para reclamar el derecho a la educación de su hijo será bien vista siempre y cuando lo haga desde el papel de víctima, y sin cuestionar a la sociedad. Que una mujer cuestione los estereotipos de género es un doble desafío, pues con su mensaje y con su gesto se sale de lo que le permiten las estructuras de poder. Puede ser algo tan sencillo como un corte de pelo. Lo que se pone en juego es el “orden” de la sociedad, un orden en el que las mujeres, los niños y niñas, los y las ancianas, los y las indígenas, o negras, o pardos, son ciudadanes de segunda categoría. Por eso, que cualquiera de estos grupos exijan sus derechos es altamente problemático: ¿qué tal que nos demos cuenta de que somos personas?

La misoginia en internet tiene una forma muy definida: hay una especial saña en los ataques hacia las mujeres y rápidamente las amenazas se dirigen hacia las familias de las mujeres y/o tienen contenido sexual, por ejemplo, se amenaza con violación. También comienzan por atacar la moral sexual de las mujeres, es decir, esta mujer no puede hablar porque es puta, o promiscua, o lesbiana, o frígida (porque no hay forma de ganar). También hay ataques a la inteligencia o la capacidad de raciocinio de las mujeres, entonces somos brutas, locas, no entendemos, “no vemos más allá”. Estos elementos son persistentes a todos los trolleos a mujeres en internet (aquí, y aquí pueden ver otros casos sobre los que he escrito, y aquí un artículo de la Fundación Karisma sobre el mismo tema) y son un problema real porque la misoginia en internet vulnera efectivamente nuestra libertad de expresión y nuestro acceso a los derechos. Como acaba de ocurrir con Axan.

¿Cómo regular el discurso de odio de los trolls? Una amenaza de asesinato o  violación correctiva no hace parte de la libertad de expresión, es discurso de odio. Este es un discurso que ataca a la persona o grupo con base en atributos como el género u el origen ético y que incita a tomar acciones violentas en su contra, un discurso que, por supuesto no está protegido por la libertad de expresión. Por si acaso alguien se pregunta cómo diferenciar entre un insulto cualquiera y un discurso de odio hay una prueba sencilla: si se está usando para callar a alguien que exige derechos, no es libertad de expresión.

Sin embargo, muchas veces el discurso de odio es visto como algo normal, especialmente cuando es contra las mujeres. En Latinoamérica decir “muere puta lesbiana engendro del demonio” es algo hasta casual, y por eso, la misoginia en Internet contra las mujeres se convierte en un discurso de odio sin censura social manifiesta.

Por otro lado, no tenemos mecanismos efectivos; no hay manera de evaluar estas amenazas. Como el discurso de odio es emocional e irracional, no hay manera de saber cuáles de esos trolls se quedarán en amenazas verbales y cuáles tienen la intención de violar o matar. A juzgar por las imágenes de armas, lo mínimo que podemos asumir es que tienen la intención y los medios para hacerlo. Quizás nunca cumplan materialmente, pero basta con la sensación de inseguridad y ansiedad que provocan para que cada mujer se lo piense dos veces antes de decir algo en internet, y que se lo piense tres antes de reclamar sus derechos. El daño psicosocial que producen los ataques de misoginia en Internet no cabe en ninguna ecuación de riesgo.

 

El anonimato, aunque es un derecho importante para los usuarios de Internet y debe ser protegido, juega en nuestra contra en caso de misoginia en Internet pues se convierte en un factor de incertidumbre cuando no sabemos quiénes son los usuarios que lanzan amenazas; es decir, el troll puede ser cualquiera. A esto se suma la razonable desconfianza de las mujeres a los sistemas legales que deben protegerlas. Sin duda, los mecanismos legales y penales son insuficientes para controlar el problema de los trolls, por eso, es importante tener una aproximación holística al problema. Quizás, lo más dificil de todo es que los ataques de ciberviolencia no son tomados en serio, como si lo que ocurre en internet no fuera parte de la “vida real”. Es ridículo creer que una amenaza de asesinato o de violación correctiva se resuelve con un “ignóralos, la gente está muy loca”, y sin embargo, esta es con frecuencia la reacción de la fuerza pública y jueces.

“La libertad de expresión es un derecho fundamental y su preservación requiere la vigilancia de todos”, afirma el informe de Naciones Unidas, y esto quiere decir que que cada cibernauta tiene una responsabilidad compartida con los casos de ciberviolencia. Por ejemplo, los usuarios de Twitter tenemos una responsabilidad ética de denunciar las cuentas de donde vinieron los ataques. Pero eso no es suficiente. Solo podremos usar el increíble potencial de Internet para defender nuestros derechos, de manera efectiva,  si entre todos construimos un espacio en donde la gente pueda exigir sus derechos fundamentales sin ser perseguida. Y para esto tenemos que darnos cuenta de que los perseguidores no son los otros, cuentas de Twitter anónimas, identidades abstractas. Son, en cambio, personas muy reales, con una violencia muy real que a la menor provocación desata su antropofagia. Online y Offline, necesitamos educación, sensibilidad, debate, para lidiar con toda esa rabia.

La revolución del pelo suelto

Columna publicada el 25 de septiembre de 2015 en Sin Embargo.

El estilo personal es un campo semántico múltiple y delicioso, que nos permite mandar mensajes antes de siquiera abrir la boca. Foto: ChangeEl estilo personal es un campo semántico múltiple y delicioso, que nos permite mandar mensajes antes de siquiera abrir la boca. Foto: Change

¿Se acuerdan cuando Gloria Trevi escandalizó al mundo cantando que iba a traer el pelo suelto? “Aunque me tachen de indecente, aunque hable mal de mí la gente” cantábamos haciéndole coro y sin cuestionar por un minuto estas palabras. En ese entonces yo era una niña, hiperactiva y con pelo muy liso y muy fino. Como resultado no había gancho o banda que pudiera quitarme el pelo de la cara, cosa que a mí no me molestaba en lo más mínimo, pero era causa de gran sufrimiento para mi abuela que con frecuencia me repetía con la mano en el pecho “van a decir que mi nieta es la más despelucada”. ¿Pero, no les parece que todo esto es muy raro? ¿Qué tiene que ver llevar el pelo largo con ser indecente? ¿Qué tiene que ver la moral con el pelo?

Una amiga colombiana vino de visita a México y vio la foto de Peña Nieto en una revista de la peluquería del aeropuerto. “El Presidente parece sacado de una telenovela”, me dijo sin saber que literalmente era el candidato de Televisa. Peña Nieto tiene ese cortecito de pelo presidenciable, que comparten casi todos en su gabinete. Sus camisas, sus corbatas, su pelo corto, nos aseguran que es hombre y que es heterosexual. Por si acaso hay dudas, la primera dama lo reafirma con su feminidad exagerada, pelo largo, ondulado, en ese tono rubio miel de buena-de-telenovela. ¿Van Anahí y Angélica Rivera a la misma peluquería? Cómo será de importante el estilo para la presidencia, que entre todos los cuestionamientos posibles, no sé, Ayotzinapa, la casa blanca, el que Peña Nieto escogió para contestar fue el que tenía que ver con la moda de sus medias. Porque las medias mal puestas equivale a que es tonto, y si es tonto no puede gobernar. Demostrar que “ese era el diseño de las medias” es crucial para mostrar sus habilidades como gobernante. Corrupción, masacres, feminicidios, desapariciones, ¿eso qué?

La mayoría de las veces no sabemos qué trae la gente entre las piernas. Yo asumo que las personas a mi alrededor son hombres y mujeres porque llevan puestos una serie de símbolos y señales que me permiten ubicarlos según los géneros binarios (femenino-masculino). No es tan sencillo como falda o pantalón, también se incluyen los gestos, las maneras de moverse, cada detalle de ese performance del género que hemos ensayado cada día de nuestras vidas. Así que las mujeres pueden llevar pantalones o el pelo corto, siempre y cuando tengan otras señales femeninas que nos saquen de la duda. Cuando las personas llevan señales ambiguas esto nos causa muchísima consternación. Para evitar esta consternación exigimos que estos símbolos sean llevados con rigor, hombres de azul-mujeres de rosado (una asociación bastante reciente, llevada a su auge máximo por la comercialización de juguetes en los ochentas). A los bebés hembra, por ejemplo, les ponemos aretes y lacitos, si preguntarles su género, una manera nada sutil de explicarles, desde antes de que aprendan a hablar, que tienen que ajustarse a ese sistema binario de la sociedad para ser reconocidos como personas.

Cuando era niña odiaba los vestidos y quería llevar el pelo corto. Lo hacía con la intención clara y distinta de que me confundieran con un varón. Los juegos de niñas se me hacían estáticos y aburridos y eso de darle té a las muñecas me parecía un bodrio. Yo quería correr y subirme a los árboles pero para eso no podía llevar vestido (lo dañas, lo manchas, no te puedes mover) ni peinados complicados, es decir, tenía que verme “como” un hombre. Es decir, mi apariencia me abría ciertos espacios, a los que mi género asignado no tenía acceso. Hoy tengo 32 y soy una mujer cisgénero heterosexual (elegí otroperformance). No creo que eso cambie si me corto el pelo, porque como es evidente, llevar el cabello de una manera u otra no determina la identidad de género ni la identidad sexual, ni mucho menos las calidades morales.

Sin embargo, el corte de pelo sí marca nuestro lugar en las estructuras de poder, puede ser la diferencia entre ser un “indiecito” y un presidenciable. Porque, en la Latinoamérica mestiza, la clase social y hasta el grupo étnico son una cuestión de estilo. Y por eso tenemos policías de estilo, desde los bouncers hasta los mismos policías, enseñados a detener a hombres jóvenes de pelo largo vestidos de manera informal. Otra amiga me contó que viajó a México en sudadera y la pararon para interrogatorio en el aeropuerto. Desde entonces viaja sin problema, con su ropa más elegante.

Mantenemos estas categorías del poder a través de la estética. No nos damos cuenta que cuando le decimos a alguien “naco” estamos activamente entorpeciendo su movilidad social. Nuestros juicios estéticos también son cuestión de acceso a los derechos humanos, como lo ha demostrado la campaña #AxanDecide contra el reglamento inconstitucional de una escuela privada que no permite que los niñes con pene que tengan pelo largo estudien. Mantener, desde los juicios estéticos, estos sistemas de poder sin cuestionarlos vulnera la autonomía corporal de todos, y nos limita a andar por los mismos caminos arbitrarios de siempre, en los que no cabe la diversidad de la experiencia humana. El estilo personal es un campo semántico múltiple y delicioso, que nos permite mandar mensajes antes de siquiera abrir la boca. Por eso también sirve par hacer revoluciones. Y ese es el desafío moral de llevar el pelo “suelto”.